Memorias de un funcionario/ Rodolfo Livingston.

Prólogo para la edición de 2007.
Prólogo, por Eduardo (Tato) Pavlovsky.
1. Nicolás Guillén, censurado.
2. Gabriela Populín designada Reina. Yo, ascendido a Dios.
3. Las fantasías de Horacio Salas con mi balero y el embajador japonés.
4. Alfredo Moffatt y su secretario linyera.
5. Castas municipales: limitados y serales.
6. Grosso y el misterioso sueldo de Renán.
7. Los artistas programan el Centro.
8. El sueño de tener un doble o qué hacer con mi cabeza.
9. Mariela Pruss, el gorrión de la Sala Vacía.
10. Las ruinas ocultas donde las estatuas mueren decapitadas.
11. El dedo y la luna.
12. Las patrullas de la bruma.
13. Manual del joven transgresor.
14. La Argentina callada.
15. Instrucciones para el joven funcionario.
16. Ofelia Olsewicz: la sensualidad al poder.
17. Hasta siempre.
Apéndice.

En julio de 1989 Rodolfo Livingston es designado funcionario por primera vez en su vida. Como Director General del Centro Cultural Recoleta se dedica de inmediato a mejorarlo todo, programación, organización, edificio, nada escapa a su óptica transformadora. Como era de esperar, pronto choca con las estructuras del poder. Lejos de rendirse al escepticismo, penetra por las fisuras del sistema, obtiene logros, contagia entusiasmo, se divierte y divierte a los demás. Finalmente es expulsado como un cuerpo extraño del organismo municipal. Ni aun entonces se da por vencido y convierte su lógica frustración inicial en la redacción de estas memorias. Sus observaciones sobre la burocracia, que incluyen también instrucciones para jóvenes funcionarios y transgresores aficionados, son un verdadero aporte a la psicología social. Livingston lanza una mirada original y profunda sobre el mundo cotidiano y lo hace, además, con sentido del humor. Aunque el autor no se lo haya propuesto, este es un libro de psicología institucional.